miércoles, 22 de febrero de 2012

Explicando el concepto de vocación (3)



          Adquiere conciencia. Si el hombre es verdadero actor en la vivencia de la vocación que Dios le da, se concluye que la noticia que tenga de este llamado es un dato fundamental en su evolución personal. La vocación es una cuestión de conciencia, pues, aunque Dios llama a todo hombre, este don pide la correspondencia por medio de la acción y pasión del hombre. Lo importante en toda vocación cristiana es la conciencia que la persona tenga de la misma y cómo se implica intencionalmente en el cuidado de su vocación. Dar primacía a la conciencia del hombre no significa hacerla dueño de su vocación, como tener conciencia de la vida no significa ser dueño de la vida. Quizá el mejor fruto de una conciencia vocacional consistirá en que el hombre se deje modelar por el espíritu de Dios y confíe más profundamente en él cada día. Es desde esta conciencia como el hombre puede abrirse a un verdadero diálogo con Dios. Un diálogo personal, situado en las circunstancias, que le lleva a hacer una vida con él. 

         De una misión. La vocación se caracteriza como una realidad trascendente. Es verdad que Dios llama a todas las personas, que se experimentan amadas por él. Pero la vocación no es un simple privilegio, tiene como último destinatario al pueblo. Solamente quien valora y ama al pueblo en medio del cual vive puede comprender la densidad de la llamada de Dios. Es un don personal profundamente transitivo. La etimología nos puede ayudar nueva-mente: missio-misionis refiere a la acción de enviar. El envío tiene siempre un destinatario preciso. No se envía a nadie por el gusto de enviar, sino para remediar una necesidad o para anunciar un mensaje. El hombre es llamado por Dios y es enviado a la vez por él. Vivir una vocación exige asumir una misión en medio del mundo y dialogar constantemente, tanto con el mundo, con Dios y con la comunidad, para comprender el sentido de esta misión. 

(Continuara....)

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