Una gracia especial. México tiene una gracia de Dios muy especial que incide en la pastoral de las vocaciones: la profunda religiosidad de su pueblo. Este ha sido el soporte real de tantas instituciones eclesiales y de vida consagrada. Una religiosidad que se expresa de dos modos fundamentales: como religiosidad popular profundamente arraigada, y como movimientos espirituales y evangelizadores con un gran dinamismo. Es fácil constatar la gran riqueza espiritual de México sólo comprobando que han surgido más de 200 congregaciones religiosas femeninas. Como ejemplo de la religiosidad popular basta con mencionar las posadas, el vía crucis, las peregrinaciones, todo el culto a la Virgen de Guadalupe. Como ejemplo de los movimientos evangelizadores se pueden señalar las obras y la espiritualidad de la Cruz, los movimientos modernos como Familia Educadora en la Fe, el Movimiento Familiar Cristiano, los cursillos de Cristiandad, las Jornadas de Vida Cristiana, la Renovación en el Espíritu Santo, el S.I.N.E., etc. Las vocaciones suelen venir a las casas de formación apoyadas y animadas por estas realidades espirituales de nuestro pueblo.
Un momento difícil. Sin embargo, nuestro País también pasa por dificultades en el campo vocacional. Se puede hablar de dificultades que proceden de fuera, de la cultura que nos envuelve, y de dificultades que proceden de dentro, de la misma Iglesia y de los métodos vocacionales.
Desde fuera, se constata el fuerte impacto del secularismo y de la globalización, que uniforma a los jóvenes en un común denominador neutro, en el que casi no caben planteamientos de fe. El ambiente posmoderno, que instala especialmente a los jóvenes en la cultura del fragmento y de la provisionalidad. En los últimos años, la influencia de los medios de comunicación, especialmente la televisión por cable y el internet, han favorecido una crisis de valores y un alejamiento de la Iglesia. El poco respeto con el que se trata a las vocaciones en los medios de comunicación social influye directamente en un cuestionamiento de las vocaciones consagradas.
Desde dentro se plantea una situación conflictiva. El poco valor efectivo que se concede a la pastoral juvenil en la Iglesia de México. El deterioro de la religiosidad popular y de los movimientos y corrientes de espiritualidad. El continuo cambio de los promotores vocacionales. El estilo de la promoción vocacional de algunas instituciones, mirando sólo su propio interés, hasta extremos que se pueden calificar de calificar de "piratería vocacional", con muy poco respeto de los procesos personales y rompiendo claramente la comunión con la Iglesia Particular. La poca preparación de los agentes vocacionales. La falta de procesos de acompañamiento suficientes.
Una larga historia. La pastoral vocacional en México ha tenido ya una larga historia. Después de las muchas iniciativas de los años 40 a 60, entre ellas el Club Serra, se estableció, en 1964, la Asamblea Nacional de Pastoral Vocacional, en la última semana del mes de mayo. Esta iniciativa del episcopado mexicano fue una respuesta a la puesta en marcha de la Jornada Mundial de Oración por las vocaciones, por Pablo VI. Las asambleas se han realizado sin interrupción por más de cuarenta años. Posteriormente se vio la necesidad de ofrecer un tema anual de reflexión y un espacio de encuentro para los agentes vocacionales, y se instituyó la Jornada Nacional de Pastoral Vocacional, que se celebra en la última semana de noviembre.
Se constituyó la Comisión Episcopal de Seminarios y Vocaciones, que a su vez coordina dos organismos: la Organización de Seminarios de México (OSMEX) y la Organización Mexicana de agentes de pastoral vocacional (OMAPAV). Esta Organización es coordinada por un Consejo, que se forma con la participación de sacerdotes diocesanos, religiosos y religiosas y laicos.
Esta estructura, que existe a nivel nacional, suele existir en las diocesis: el seminario, por un lado, y el centro diocesano para la pastoral vocacional por el otro. Es algo que ya existe en la mayoría de las diócesis.
Con la nueva organización del episcopado mexicano (2006) se cuestiona este modo de funcionar. Se ha adoptado para la pastoral vocacional la forma del DEVYM, que funciona a nivel latinoamericano, es decir, una comisión de vocaciones y ministerios, en la cual se engloban todas las vocaciones y la pastoral vocacional. Esto es interesante porque lógicamente se tenderá a una integración mayor de las diversas vocaciones y ministerios, de modo que dejen de quedar fuera de la organización vocacional realidades como el diaconado permanente, los ministerios laica les, la virginidad consagrada, etc.
Queremos poner especial atención al centro diocesano para la pastoral vocacional, porque es la estructura de participación de los agentes vocacionales. Este Centro se constituye como el lugar natural de encuentro de los agentes vocacionales. Y lógicamente debe ser coordinado por el coordinador diocesano de la pastoral vocacional y necesita la colaboración de los sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos.
El II Congreso Mundial de Pastoral Vocacional (1981), clarifica muy bien las competencias propias del Centro Nacional y de los Centros diocesanos. Conviene mirar esta definición para clarificar la participación de todos en ellos:
Para favorecer una pastoral vocacional unitaria, que desarrolle un constante y eficaz servicio de animación, se requiere la presencia. en toda Iglesia particular. del Centro Diocesano de las Vocaciones'. No se propone la multiplicación de estructuras burocráticas. sino que se desea la inserción de la pastoral de las vocaciones. a través del oportuno Centro. en la pastoral general y en las instituciones locales, como contribución a la común unión. Todo retraso en la erección de este organismo o de su eficaz puesta en marcha se traduce en un daño para la Iglesia.
El Centro Diocesano de Vocaciones bajo la guía del Obispo:
- tiene por objeto ayudar y coordinar la animación vocacional que hay que llevar a cabo en toda la diócesis y en cada parroquia, según las directrices del Concilio, sin ocupar el puesto' que corresponde a la comunidad parroquial, que es el centro primario de animación de todas las vocaciones;
- constituye el lugar natural de encuentro de personas, instituciones, asociaciones que pueden contribuir a la pastoral de las vocaciones, uniendo sus fuerzas y respetando los carismas y fines propios de cada uno;
- desarrolla su trabajo en servicio de todas las vocaciones consagradas, sin invadir el campo de aquellas iniciativas que cada una de las Instituciones pueden legítimamente promover a favor de las vocaciones propias';
- mantiene los necesarios contactos con las distintas iniciativas de acompañamiento y con los Institutos de formación presbiteral, diaconal, religiosa y misionera existentes en la Iglesia local.
Al Director del Centro Diocesano de Vocaciones. nombrado por el Obispo de acuerdo con los otros Representantes de la vida consagrada, se unen presbíteros, diáconos, religiosos, religiosas, misioneros, miembros de Institutos Seculares y laicos. los cuales son elegidos para cooperar en la actividad del Centro, en armonía con el programa o Plan de Acción diocesano a favor de las vocaciones. Estas personas son conscientes de la importancia de su ministerio y se prestan a ejercerlo de la mejor manera con competencia y experiencia.
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