lunes, 13 de febrero de 2012

PRINCIPIOS DE LA PASTORAL VOCACIONAL (Parte 3)


                 3. El amor sincero a los candidatos. Esta es la motivación adecuada para la pastoral vocacional. Los documentos interpretan la pastoral a favor de las vocaciones como una acción misericordiosa, es decir, que brota del amor compasivo, propio de Dios. Sólo quien ama auténticamente puede llamar como Jesús llama.

                Acompañar a un joven en su proceso vocacional es un verdadero acto de misericordia. Implica ayudarle en su decisión más importante, en sus determinaciones para el futuro, es decir, en lo más propio de su edad juvenil. La sentencia de san Juan Bosco: por el sólo hecho de ser jóvenes los amo, debería poder decirla en primera persona un promotor vocacional. En este sentido la pastoral vocacional es un carisma. Me acerco a los jóvenes movido por un don de Dios que se llama amor.

                El amor se traduce en actitudes bien concretas. La acogida, la escucha, el respeto, la discreción, el aliento. También en actitudes interiores: el recuerdo, la oración por los jóvenes, la preocupación por su vida.

                Desde allí se privilegia y se atiende la situación vocacional de los candidatos, sus personas, su futuro, su felicidad. Este es el interés prioritario. Lo más importante es que llegue a ser él mismo y sea feliz. Donde Dios quiera y como quiera. Otros intereses pasan a segundo plano. Intereses que pueden ser legítimos y sin embargo no responden a la necesidad del joven, como el interés por la expansión de mi institución, o por el sostenimiento de las obras que realiza, o el afán de éxito en mi gestión de promotor vocacional.

                4. La comunión y participación que pide una pastoral vocacional realizada desde el conjunto eclesial desde la armonía de los carismas. Es necesario que se realice esta acción pastoral desde una unión real y afectiva con la Iglesia Particular, en la que nacen y se desarrollan las vocaciones.

                La comunión nos lleva a amar y desear todos los bienes espirituales, vocaciones y carismas que existen en la Iglesia, y a trabajar en su favor, para bien de la Iglesia. Nada más lejano a este espíritu que la rivalidad o el desinterés por los demás.

                La participación se concreta en los organismos eclesiales para la pastoral vocacional: el centro diocesano de vocaciones y el centro nacional. Se excluye la acción con estilo de francotiradores, que mira sólo al bien y a la propia institución. El proceso vocacional debe llegar a ser una escuela de comunión para promotores y candidatos.

                5. La relación fraterna. El promotor se muestra ante los candidatos no como vocación conseguida, con aires de su superioridad, sino como vocación en camino. Antes de ser maestro o guía, es hermano en la misma fe y en la común vocación. Por eso sabe permanecer humildemente entre ellos.

                Se postula un estilo pastoral en el que el contacto personal y el compartir en la fe constituyen el clima básico de la pastoral vocacional. Las vocaciones nacen y crecen en una comunidad de hermanos. Y por ello nos llevan a ser hermanos.
                La confianza que puede existir entre candidato y promotor tiene como base esta relación fraterna y este comprendernos todos en camino. Se invita al candidato a compartir su vida y por ello ya desde ahora compartimos la vida con él. 

(Continuara...)

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